Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de
Buenos Aires
Comisión de Violentología
Relatoría de la sesión del 10 de abril de 2013
El miércoles 10 de abril
de 2013 a las 13 hs tuvo lugar la décimo séptima sesión de la Comisión Especial
de Violentología en las salas 6 y 7 del anexo de la Honorable Cámara de
Diputados de la Provincia de Buenos Aires. A la reunión asistieron Gerardo
García, en representación del Diputado Franco Caviglia; el Dr. Enrique del
Percio, de la Sociedad Iberoamericana de Violentologia y Alejandro Maldonado, Felisa Ojeda, Mabel Bergero, Maria Isabel Echazu, Norma Gandolfo,
Roberto Luciani, Myriam Benitez, Sebastián Rivero, Maria José Villafañe, Nora
Martínez y Patricia Farah, del Municipio de Almirante Brown. En calidad de
relatora participó Paola Rodríguez.
En esta oportunidad la
Comisión contó con la participación del Dr. Miguel Angel Santagada, docente e investigador de la Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y de
la Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Director del proyecto de investigación
UBACYT Las representaciones audiovisuales
de la violencia: conflicto, necesidades insatisfechas y violencia estructural.
Autor de Paternalismos Huérfanos.
Comunicación, democracia, globalización (2004) y compilador de Ensayos sobre arte, comunicación y políticas
culturales (2012), entre otros textos. El título de su intervención
fue: “Los medios: ¿factores de
conducta antisocial?” A continuación reproducimos las ideas principales:
La primera parte de la
conferencia se tituló En busca de certezas. Alli se aportaron algunos datos
significativos relativos a la incidencia de los medios de comunicación en el
desarrollo de conductas antisociales. Como en Argentina son pocos los estudios
adelantados en este sentido, el expositor acudió a aquellos desarrollados en
Estados Unidos y Europa. Sobre los ismos, advirtió que no han sido promovidos
por los Estados o autoridades públicas sino por organizaciones civiles de
diverso signo ideológico que buscan culpabilizar o exonerar a los medios como
factores causantes de la violencia. El primer estudio citado fue el de Jeff
J. McIntyre “Media Violence in the
NewsAmerican Psychological Association Public Policy Initiatives”, donde se expone la estadistica de la
APA Task Force on Children and Television, según la cual los chicos
norteamericanos presencian unos 8000 asesinatos y unos 100000 actos violentos
antes de terminar la escuela primaria.
Pero, ¿cuáles serían las
características de la violencia que es transmitida por los medios? Una primera
es su omnipresencia. La violencia televisiva
aparece en la ficción, en los informativos, en los documentales y en los reality shows.Todo género televisivo tiende a mostrar en pantalla alguna forma de
violencia: simbólica, política,
delincuencial, pero también es cierto que no todas las formas de violencia se
muestran. Hay formas de violencia social poco frecuentadas como la pobreza, la marginalidad y la discriminación.
Otra característica de la
violencia televisiva es el reduccionismo.
En los medios las violencias son reducidas a hechos escabrosos de gran impacto
e interés para las grandes audiencias como luchas, tiroteos y enfrentamientos.
Esto invisibiliza formas de violencia institucional y estructural de las cuales
son víctimas millones de personas en el mundo.
En tercer lugar, la violencia
es presentada como quedando siempre en la impunidad. Los actos violentos
suelen quedar sin castigo aunque “reciban su merecido”. Además la violencia
parece como neutral, esto es, yendo más allá del bien o del mal, cualquier
personaje bueno o malo la puede ejercer. Estas condiciones hacen que la
audiencia tienda a sentir que vive en un mundo sórdido, que la sociedad actual
es peor que la del pasado.
Una cuarta característica es la
banalización. Banalizar significa presentar un hecho extraordinario como
si tratara de algo común.La puesta en
escena de la violencia televisiva es efectista: apunta a la sorpresa. Muestra
siempre la “Perspectiva del triunfador”:
no se muestra el dolor de las víctimas o sus daños físicos y
emocionales. Además, la retórica de la violencia televisiva cosifica a las
víctimas, y desensibiliza a las audiencias.
Finalmente, la violencia
televisiva es caracterizada por su inevitabilidad. La
violencia aparece como el único recurso eficaz
para cualquier conflicto y la no utilización de la violencia se presenta en términos de incapacidad, no de opción
racional o ética. En este sentido, se desconoce que la sociedades contemporánea
está llena de conflictos de todo tipo, pero que no todos pueden resolverse por
la via de la violencia, al estilo de Hollywood. En los realities por ejemplo,
la reacción inmediata que es exaltada es la agresividad, esta parece estar
siempre a flor de piel.
Otras evidencias que nos permiten
conocer el panorama de las escenas violentas son las siguientes: El 98% de los hogares tienen por lo menos un receptor
de televisión, y 16% de los niños de edades comprendidas entre 2 y 17 años pasan 10 horas por día en entornos mediáticos.
Ahora
bien, ¿influyen o no los medios de comunicación en la aparición de conductas
violentas en los espectadores? Los estudios no solo no son concluyentes sino
que ofrecen resultados en uno y otro sentido. Veamos:
-
Según
Georges Gerbner y Jo Groebel, la descripción de un mundo amenazador y peligroso lleva a
actitudes más temerosas y cautelosas frente al entorno real. Si la gente está
atemorizada, desarrolla ansiedad frente al mundo y tienen dificultades para
distinguir entre realidad y ficción.
-
Según los Estudios longitudinales de Milavsky, Kessler, Stipp
& Rubens (1982a, 1982b), en los que se trabajó un panel de tres años para ver la evolución de más de
3000 jóvenes
con preferencias categorizadas de consumo mediático, no se han obtenido evidencias de
efectos mediáticos significativos
-
Hagell & Newburn (1994), en su estudio
Young
Offenders and the Media: Viewing Habits and Preferences, del Policy Studies
Institute de Londres, entrevistaron 78
jóvenes con antecedentes criminales y analizaron
la biografía de los entrevistados en términos de sus consumos
mediáticos. Compararon el registro con el de un grupo de más de 500 alumnos de una
escuela ‘común’ y encontraron que los jóvenes con antecedentes
criminales veían menos televisión y jugaba menos videogames que sus
contrapartes, que estos jovenes
tenían menos acceso a la tecnología y que no manifestaban tanto interés
en ofertas televisivas
específicamente violentas, ni disfrutan
del mismo material que los jóvenes “comunes”
-
En el estudio comparativo de Hagell &
Newburn (1994) “Young
Offenders and the Media: Viewing Habits and Preferences” desarrollado por el Policy Studies Institute de Londres, a la pregunta : ‘si pudieras ser
alguien famoso de la tv, quién elegirías ser,’ los chicos con antecedentes
criminales “tuvieron dificultades en
comprender por qué alguien podría querer ser tal persona”.
-
De las conclusiones de la
investigación “Mass
Media Effects on Violent Behavior” de Richard B. Felson (1996), podemos
rescatar las siguientes: Existe
diferencia entre creer que hay un efecto y haber demostrado que hay efectos. En este sentido,
podemos decir que la violencia televisiva tiene modestos efectos sobre algunos espectadores, pero es un factor
insignificante en las altas
tasas de crimen. De hecho, los criminales más violentos no se formaron viendo tv.
-
Según el Surgeon General’s Report on Youth Violence (2001), la exposición a
la violencia
televisiva “causa” un incremento a corto plazo de la agresividad, tiene poca o ninguna gravitación en provocar
violencia real. En el mismo sentido se manifestó la The
Federal Trade Commission
(FTC) en su informe 2007: “La exposición a la violencia mediática correlaciona con la agresividad, pero
la evidencia no es suficiente para establecer si la exposición a la violencia
mediática causa el incremento de la agresividad”.
Como vemos hasta este punto
no existen evidencias definitivas que demuestren la relación entre el consumo
de imágenes violentas y el desarrollo de conductas antisociales.
La segunda
parte de la exposición se concentró en la Conducta antisocial. A este
respecto el expositor partió de los planteamientos de Freedman (2009), para
quien los programas “violentos” y los “no- violentos” no son
equiparables en el marco de un estudio
de laboratorio ya que la medición de la
agresividad depende de interpretaciones. Así por ejemplo, en los
estudios de laboratorio los niños pueden responder según lo que esperan que el experimento quiere de ellos, o
les permite hacer. No se han
demostrado, por tanto, correlaciones
entre factores individuales y la exposición a la violencia mediática. Los
medios pueden dar idea de
formas violentas de conducta que la gente no obtendría de otro lado.
Por
su parte Bandura (1973) sostuvo que “la reestructuración cognitiva del comportamiento
por medio de justificaciones morales y caracterizaciones paliativas es el
mecanismo psicológico más efectivo para promover conductas transgresoras”. Como
resultado, se produce un desplazamiento de la responsabilidad del individuo, con tres
efectos concomitantes: las tendencias a la deshumanización y demonización de las víctimas; el desarrollo de estereotipos sociales sobre
ciertos colectivos como inmigrantes, mujeres, ancianos y la fuerza de la
autoridad; y la insensibilidad frente a la violencia, aunque ésta no
puede ser establecida de una vez y para siempre en cada individuo: depende de
qué represente la víctima para el espectador, etc.
Además de las evidencias contradictorias que pueden
observarse en los estudios anteriores. Los estudios de incidencia de las
imagenes en las conductas antisociales suelen partir de una serie de planteos
equívocos. En primer lugar, no es equivalente hablar de efectos de los
contenidos mediáticos en la conducta que
considerar el significado de las escenas violentas que aparece en las
pantalla. Por otra parte, ciertas actitudes corresponden a personas que
disfrutan de ofertas mediáticas, asi:
las personas violentas pueden preferir mirar ‘películas violentas' –
pero no se ha podido demostrar que los consumos mediáticos produzcan
esas conductas. Con respecto a los niños con conducta antisocial, los estudios
indican que tendrían mayor interés en ofertas mediáticas más violentas, pero no es
consistente
ni tiene soporte empírico la idea de que la conducta antisocial sea consecuencia
de dichas ofertas
Una primera conclusión que podemos extraer
entonces, es que la crítica contra la violencia mediática es arbitraria y
selectiva, no exhaustiva
En un cuestionario intercultural aplicado a 5.000
niños y niñas de 12 años
de 23 distintos países alrededor del mundo, se encontró que los varones se
sienten mucho más atraídos por la violencia que por las mujeres. La pregunta
que nos hacemos a esta altura entonces es:
¿Acaso los varones
sienten la agresión
como una recompensa? Se abre aqui una potente línea de análisis.
Según las investogaciones de Groebel (1993) y Donnerstein “National Violence Study” (1997), alrededor
de un 75% de
los actos agresivos en la pantalla en Europa y Estados Unidos permanecen sin
ninguna consecuencia negativa para el “agresor” en la película y son
recompensados.
Las evidencias presentadas han hecho necesaria la
elaboración de distintas teorías sobre la divulgación de la violencia. Nos interesan cuatro:
a) Social Learning Approach: Cuando una
conducta agresiva
tiene éxito, algunos sujetos pueden creer que lo mismo es verdad para su propia
vida.
b) Teoría del guión:
“Si se sobreestima la probabilidad de violencia en la vida real, puede
emerger la creencia de que la violencia
es normal y adecuada para la sociedad moderna.
c) Teoría de la catarsis: Consumir contenidos violentos o jugar
videos, purifica las tendencias agresivas y alivia los sentimientos de intemperancia y odio en
la vida real.
d)
Teoría de la brújula: Los contenidos de los medios ofrecen una
orientación a través de un marco de referencia que determina la dirección de
nuestra propia conducta. Los
espectadores no adoptan
lo que han observado; miden la distancia entre su propia conducta y los modelos
que se ven en los medios. Si la crueldad parece “común”, es porque el
entorno cultural no ha establecido un marco de referencia alternativo de
trabajo.
Conclusiones y discusión
Llegado a este punto podemos concluir que:
- La violencia en los medios es universal. Se presenta en primera instancia en un contexto de recompensas
-
La violencia en los medios “Compensa” las propias frustraciones y
déficits en áreas problemáticas.
-
Ofrece “emoción” a los niños en un entorno menos
problemático.
-
Crea un marco de referencia para “roles atractivos como
modelos”.
-
Depende de características del espectador y su
entorno familiar.
-
La omnipresencia de la violencia en los medios contribuye
al desarrollo
de una cultura global agresiva.
-
Las “características de recompensa” de la agresión son más
promovidas que las formas no agresivas de enfrentar nuestras vidas. Por lo
tanto, prevalece el riesgo de la violencia de los medios.
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